Hace meses que espigo
entre páginas yermas
destripando terrones,
arañando la tierra
con las zarpas heridas,
con las manos sangrientas
de rezar a unos dioses
que son pura entelequia.
Me he quedado vacío,
en mi cuenco no hay tinta
la plumilla chirria
en las blancas cuartillas
cada día que pasa
es un páramo yerto
un barranco de ortigas
un sendero hacia el tedio
Pero sigo adelante,
peregrino irredento
persiguiendo utopías
y cruzando desiertos,
sacudiendo prejuicios,
miedos, negros augurios
porque sé que aún no es tarde
que aún me queda el orgullo,
el amor de mi esposa
la esperanza, las fuerzas
y la fe en un mañana
de justicia y firmeza
donde el odio y el miedo
se los trague la tierra.