La noche se engalanaba con su mantón plata y negro los ojos de las estrellas, guiñaban a los luceros. ¡Cuánto te quiero chiquilla! ¡Chiquilla, cuanto te quiero! Los grillos piropeaban la luna, que allí a lo lejos nacía como una Venus de un lecho de mar y fuego ¡Cuánto te quiero chiquilla! ¡Chiquilla, cuanto te quiero! Por un momento sublime los grillos enmudecieron borráronse las estrellas y entre los dos nació un beso ¡Cuánto te quiero chiquilla! ¡Chiquilla, cuanto te quiero!
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