Nacemos desnudos y a cada paso,
criamos capas como la cebolla,
una capa de orgullo, otra de ignorancia
pues nadie es más sabio que un niño inocente.
Y paso a paso vamos engordando
cebando nuestro ego, nuestra prepotencia,
y nos vemos gallardos frente al espejo.
Nos creemos sabios cuando somos necios,
cuando ignoramos lo imprescindible,
nos empachamos de saber bastardo
que solo engorda, pero no alimenta.
Quizas llegue un punto, si dios nos ilumina
en que arranquemos una a una
esas capas rancias de nuestras miserias
el egoísmo, la fatua petulancia
la necia suficiencia,
y año a año volvamos a ser niños
a maravillarnos con una sonrisa
a sonreir con una maravilla,
a abrir nuestro corazón a una caricia
y nuestros ojos a lo que no ven los ojos.
Quizas entonces desnudos de prejuicios
y sedientos de aguas cristalinas
estemos preparados para nacer de nuevo
a través del gozoso parto de la muerte
que nos alumbrará a una nueva lucidez
y a una nueva vida.
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