¡La letra con sangre entra!
me decían en la escuela
y yo cerraba los ojos
esperando la palmeta
que fustigaba unas manos
que siempre he tenido abiertas,
me refugiaba en los libros,
en los brazos de mi “tata”
que me contaba mil cuentos
entre besos y caricias,
en las “aventis” del cole;
la imaginación despierta,
la rebeldía en los puños,
la sonrisa siempre presta
cantando bajo una lluvia
de “capones” y reyertas
que me montaban en clase
por no tragar sus leyendas,
sus mentiras hechas leyes,
su dictadura siniestra,
sus manos enmohecidas
sembrando miedo y miseria.
Y me expulsaban del aula
por no aplaudir sus diatribas,
por no corear sus himnos
ni compartir sus doctrinas,
los cuentos fueron refugio,
las letras, dulces caricias
que no derramaban sangre
si no pasión y alegría.
Fueron pasando los años
y yo escribía y leía;
golpe a golpe, verso a verso
iba esculpiendo mi vida
cantando a mis cantautores,
forjando mi poesía
sin una gota de sangre,
con lágrimas y sonrisas,
soporté la dictadura
y no agache la cabeza,
la letra no entra con sangre,
entra leyendo sin prisas
con amor, con esperanza,
con tiempo, paz y sonrisas
¡que no nos roben los sueños
la fe ni la poesía!
que la vida es un poema
con ritmo pero sin rima.
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