Hace siglos que vago en el desierto,
siglos de tormentas de arena
de escorpiones ocultos,
de movedizas dunas que engullen la esperanza.
Años ha que sorbí la última gota
y lancé la cantimplora contra
las piedras que laceran mis pies.
Pero sigo adelante amparándome en mi propia sombra,
bebiendo de mí orina,
devorando mi tiempo,
escupiendo al sol y bebiendo las estrellas
que parecen reírse de mi angustia.
A veces escarbo en la arena
hasta arrancarme las uñas
buscando un sueño donde saciar mis sueños,
pero el inmenso vacio
acaba sepultando mi cuerpo.
Escucho pisadas de hienas
que me siguen el paso
y contemplo los buitres que coronan
mi cielo, que vacilan en círculos
cada vez más cerrados.
Ya diviso un oasis de palmeras y dátiles
de cristalinas aguas
donde saciar mis ansias
donde lavar mis penas
pero sé que es un espejismo.
Mientras, empuño el revolver
en mi mano crispada
y una negra sonrisa
ilumina mi rostro
aun me queda esperanza,
aun me queda una bala.
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