No mordí tu manzana perfumada
porque no me atrajera su textura
ni porqué despreciara su belleza.
No acaricié tu piel entre mis manos
porque tu desnudez me acobardara
ni porque me cegara tu mirada.
y no obedecí a la sierpe tentadora
a pesar de que tu pulpa ya madura
se ofreciera a mis labios seductora.
Me alejé de tu árbol florecido
porque mi Eva me tomó en sus brazos
y me ofreció sus carnes desatadas.
Porque sembró su polen en mis labios,
porque me dio a beber de su corola
y atravesó mi pecho con sus pechos.
No me arriesgué a perder el paraíso
por un lance de amor desenfrenado
aunque la misma diosa del deseo
me ofreciera su amor sin compromiso.
Hoy que tu fruta brilla con luz propia
y derrama su aroma en la mañana
a pesar de la espada vengadora
aún se escapa mi mano hacia tus ramas.
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