Cuando te amo, mis dedos acarician tus cuerdas
arrancándoles divinos arpegios
vibrantes acordes, luminosas sonatas.
Mi lengua se recrea en tu cuerpo
como el arco de un chelo,
mis manos pulsan tu amoroso teclado
y tu vibras en mis brazos
como un arpa de fuego.
Y el concierto se alarga y se hace eterno
más allá de las horas y del tiempo,
y yo canto, y mi voz se hace cantora
escuchando el arrullo que me embruja.
Y esa sinfonía de luz, me envuelve el alma
y tu voz y mi voz cantan a coro
el preludio de amor en un crescendo
que desgarra las sombras y el silencio,
que enmudece el canto de los dioses
que ensordece al cielo y al infierno.
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