Hay
momentos en que sientes
que el
tiempo se detiene
que los
péndulos se atoran
y un
silencio sepulcral lo inunda todo;
el sol se eclipsa
y la tinieblas te invaden la mirada,
el corazón se desboca
y parece
estallar dentro del pecho.
El aire
se hace espeso en los pulmones
y te impide respirar ni en un suspiro,
presientes
la llegada de la muerte,
mas no la
muerte amiga, la muerte redentora,
ves
aparecer la guadaña que te siega los sueños,
la ilusión, el amor, las esperanzas.
Te
aferras a la vida,
porque
morir así es la peor de las muertes,
es
hundirte en la desesperación,
entregarte
a los infiernos…
en un
supremo esfuerzo recobras el aliento,
sacudes a
patadas a la dama de negro
y
recuperas resuello,
el corazón se encabrita buscando una esperanza
y los bronquios aúllan su alarido.
y los bronquios aúllan su alarido.
Cuando la
última campanada
resuena
en tu cerebro,
te
levantas como un zombi pateando la lona
y caminas
sin rumbo buscando una salida.
De repente,
el tic tac del reloj recobra el pulso,
los péndulos retoman su ciclo
y el sol parpadea entre la nubes,
te desplomas rendido en la butaca
recobrando el aliento
y comprendes que has ganado una batalla,
pero que la guerra, la guerra contra los
miedos,
la soledad y las tinieblas,
la soledad y las tinieblas,
no ha hecho más que empezar.
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