Anoche huías de mi cuerpo en celo
cual gacela menuda y asombrada
Y buscabas cobijo entre mis brazos
Como niña mimosa y asustada.
Tus senos florecian en mis manos,
tus labios, frutas rojas, me embriagaban,
el olor de tu cuerpo me encendía
Y tu aliento de fuego me inflamaba
Tu vientre se encogía temeroso
y tu concha de nácar palpitaba
rezumando perfumes amorosos
que fundían la funda de mi espada.
Recorrí tus rincones más oscuros
Con la antorcha encendida de mi lengua
Pero todo fue en vano y te dormiste
Enredada en mi pecho y en mis piernas.
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